“Nacida del corazón de la Iglesia, la Universidad Católica se inserta en el curso de la tradición que remonta al origen mismo de la Universidad como institución, y se ha revelado siempre como un centro incomparable de creatividad y de irradiación del saber para el bien de la humanidad”, dice la Constitución Apostólica sobre las Universidades Católicas.

En efecto, desde sus más remotos orígenes, cuando un joven veneciano y aventurero, llamado Marco Polo, llevó al reino de Kublai Kan, emperador de los mongoles, maestros para que trabajasen en los centros de enseñanza de cada una de las siete artes: la gramática, la lógica, la aritmética, la retórica, la geometría, la música y la astronomía para descifrar el plano del cosmos; la Universidad, en su calidad de institución social por excelencia, siempre ha exhibido como rasgos distintivos de su quehacer la dignificación del ser humano y su actividad científica