Artículos de Reflexión
Familias en las paces y las guerras. Discusión en clave sociopolítica a partir del análisis de la literatura[1]
Families in peace and wars. Discussion in a socio-political key based on the analysis of the literature
Familias en las paces y las guerras. Discusión en clave sociopolítica a partir del análisis de la literatura[1]
Revista Virtual Universidad Católica del Norte, núm. 75, pp. 337-365, 2025
Fundación Universitaria Católica del Norte
Recepción: 05 Junio 2024
Aprobación: 17 Marzo 2025
Resumen: Las complejas relaciones entre familias, guerra y construcción de paces, excede las lógicas de victimización. Las primeras no solo han padecido los rigores de las violencias, sino que han promovido el desarrollo de actores armados, han convivido con ellos, han surgido de sus entrañas y han generado dinámicas de paz. El artículo explora el modo como la literatura especializada aborda estas relaciones, proponiendo una lectura crítica sobre sus logros, vacíos y retos. El análisis permitió la construcción de cinco categorías: 1) familias víctimas del conflicto; 2) familias como educadoras para la paz; 3) familias promotoras de la guerra; 4) familias de combatientes y excombatientes; y 5) familias resistentes/sobrevivientes constructoras de paz. A partir de este recorrido, se construyó una propuesta analítico/política en torno de tres ejes: 1) devenir familiar en contextos de paz y guerra (su constante proceso de constitución y reconstitución), 2) experiencias familiares (que superan la suma de narrativas individuales) y 3) agencia (capacidad transformadora). A partir de estos ejes, se concluye la necesidad de impulsar una agenda de investigación y reconocimiento político de los modos como las familias problematizan su lugar en la Colombia contemporánea: sus capacidades, tanto para transformar las lógicas violentas como para reproducirlas.
Palabras clave: Familia, Guerra, Paz, Violencia..
Abstract: The complex relationship between families, war and peacebuilding goes beyond the logic of victimization. The former have not only suffered the rigors of violence but have also fostered the development of armed actors, coexisted with them, emerged from their entrails and generated peace dynamics. The article examines how the specialized literature addresses these relationships and proposes a critical reading of their achievements, gaps and challenges. The analysis allowed the construction of five categories: 1) families as victims of the conflict; 2) families as peace educators; 3) families as promoters of war; 4) families of combatants and ex-combatants; and 5) resistant/survivor families as peacebuilders. Based on this journey, a proposal for an analytical/political approach was built around three axes: 1) the becoming of families in the contexts of peace and war (their constant process of constitution and reconstitution), 2) family experiences (which go beyond the simple sum of individual narratives), and 3) their agency (their capacity for transformative action). Based on these axes, we conclude with the need to promote a research agenda and political recognition of how families problematize their place in contemporary Colombia: their capacity to transform and reproduce violent logics
Keywords: Family, War, Peace, Violence.
Introducción
“La sucesión de conflictos armados con los que se tapizó el panorama social del siglo XIX incentivó una serie desastrosa de pasiones violentas, que llegó a los extremos de que familias enteras terminaran matándose entre sí, divididas por el color de una bandera” (Jaramillo, 2016, 362)
La confrontación armada colombiana ha arrastrado a familias enteras. Con todo, múltiples iniciativas han sido desplegadas para resistir. A la historia de la guerra, se yuxtapone una historia de supervivencias y paz que debe ser reconocida en su complejidad y potencialidad. El presente artículo se ubica en esta perspectiva. Reconocer y discutir los modos como las familias han participado en estas dinámicas; no solo pretende animar la discusión académica, sino que se constituye en una apuesta por aportar a la construcción de una sociedad más justa que reconozca la agencia familiar como uno de sus pilares.
Para avanzar en esta dirección, es necesario superar la perspectiva que se limita al análisis de los daños por la confrontación. En efecto, numerosos trabajos analizan esta cuestión (Bello, 2000; Giraldo-Zuluaga & Muñoz-Villarreal, 2020; Navia, 2008; Sánchez-Quintero, 2020); sin embargo, pocos discuten el papel que las familias desempeñan en la construcción de la paz (Cabrera-Díaz & Molina-Sánchez, 2018; Castellano & Gómez, 2012; Páez et al. 2016), pocos analizan los procesos familiares de combatientes y excombatientes (Giraldo Gartner, 2022; Matarazzo & Baines, 2021), o abordan la participación de grupos familiares en la dinamización del conflicto (Centro Nacional de Memoria Histórica [CNMH], 2017; Ocampo, 2014). El presente artículo indaga por las características de los trabajos que investigan las relaciones entre las familias, las guerras y la construcción de paces, combinando el scoping review (Codina et al., 2022, p. 70) con el abordaje de textos relevantes sobre el conflicto y la construcción de paz.
Con algunas excepciones (Ketola, 2023), las investigaciones de esta cuestión carecen de una discusión conceptual sobre la familia. En algunos casos, estas se presentan como telón de fondo para abordar las violencias o discutir el papel de mujeres, niños, niñas y jóvenes en contextos de guerra (Moreno-Acero et al., 2022). A pesar de lo anterior, estos trabajos ofrecen un rico y complejo panorama que requiere atención.
En el presente texto, se alude al plural de la paz y la guerra para resaltar la diversidad de procesos locales, regionales y nacionales (sobre la pluralidad de la guerra y la paz, ver Kalyvas, 2010, y Hameiri & Jones, 2017, respectivamente). En concreto, los aportes del presente artículo son dos: primero, la identificación de los principales ejes investigativos sobre el tema. Segundo, la estructuración de una perspectiva analítica-conceptual que recoge y complementa los hallazgos de la revisión de la literatura. De esta manera, se presentan los hallazgos del proyecto de investigación “Familia, paz y democratización: visibilidades, silencios y retos”, apoyado por el Departamento de Estudios de Familia de la Universidad de Caldas, entre agosto de 2022 y julio de 2023.
Como categorías teóricas iniciales, se retomó la propuesta de Guzmán y Rodríguez (2015) para analizar las relaciones que establecen los actores armados y las poblaciones. Estas son: solidaridad, acomodo, sometimiento y resistencia. Como se verá más adelante, el análisis de los documentos derivó en la construcción de cinco categorías emergentes: 1) familias víctimas del conflicto; 2) familias como educadoras para la paz; 3) familias promotoras de la guerra; 4) familias de combatientes y excombatientes; y 5) familias resistentes/sobrevivientes constructoras de paz.
Con el propósito de precisar el contexto de las relaciones entre paces, guerras y familias, se presenta una breve discusión acerca de las lógicas de control territorial del conflicto. Dicha discusión permitió plantear las categorías teóricas. Posteriormente, se describen los procesos de análisis de los documentos, la construcción de las categorías emergentes y se presentan los hallazgos.
Contexto problemático: Orden social, guerra y paz
No es este el espacio para discutir los orígenes ni los factores de persistencia del conflicto; sin embargo, se pueden mencionar algunos elementos: conflictos por la tierra, exclusión económica y política de sectores sociales, incapacidad del aparato político para tramitar las demandas de dichos sectores y resolver pacíficamente los conflictos (González, 2016; Gutiérrez-Sanín, 2016, 2019). La confrontación armada colombiana se caracteriza por la presencia de múltiples actores (guerrillas, paramilitares, Estado), con diferentes trayectorias y diversidad de configuraciones regionales.
“Para nadie es un secreto que, en el marco del conflicto armado en Colombia, los grupos al margen de la ley establecieron sus propias formas de dominación” (Sánchez-Quintero, 2020, pp. 196-197). Tales formas incluyeron patrones de comportamiento basados en lógicas patriarcales, heteronormativas (algunos actores constituyeron relaciones homoeróticas; ver Gallego & Giraldo, 2023). En este marco, “se requiere desarrollar un trabajo de reflexión y resignificación de los mandatos de género en las poblaciones para desarticular esa aparente naturalidad de los autoritarismos patriarcales y promover caminos alternativos hacia la igualdad de género” (González-Gijón et al. 2020, p. 153).
Como lo destacan varios autores (Gallego, 2023; Kalyvas, 2010), el control territorial se enmarca en la situación estratégica de la confrontación: los territorios en disputa experimentan violencias diferentes a las vividas en los espacios controlados por un grupo. Las acciones de estos actores “eran diferenciales, es decir, no usaban el mismo rasero para hacer cumplir sus demandas en razón a la diversidad de personas que conformaban una comunidad” (Sánchez-Quintero, 2020, p. 197). Sin embargo, se puede plantear con Igreja et al. (2025) que la bibliografía sobre los procesos de postconflicto no ha abordado adecuadamente los diversos retos de la reconstrucción social y el desarrollo comunitario en relación con la creación y el mantenimiento de redes familiares y sociales.
Gallego-Montes (2020) plantea que, en algunos casos, las poblaciones justificaron la violencia contra sujetos estigmatizados como prostitutas y personas LGBTIQ+. Así, los mandatos de género no obedecen solo a las perspectivas de los grupos armados, sino que articulan posturas preexistentes en las poblaciones.
El control territorial implicó la regulación de la vida cotidiana, como la movilidad, el acceso a bienes y servicios, las actividades colectivas, las tareas productivas y los vínculos de solidaridad (Comisión para el Esclarecimiento de la Verdad, la Convivencia y la No Repetición [CEV], 2022; Grupo de Memoria Histórica [GMH], 2011). Las familias enfrentaron escasez de recursos, destrucción de sus medios de supervivencia, desaparición de sus espacios de encuentro, eliminación de sus organizaciones, transformación de sus culturas, e instauración de un clima de terror (CEV, 2022). Una expresión de este control fue la regulación de conflictos cotidianos por actores armados ilegales (Castellano & Gómez, 2012; Uribe Sarmiento et al., 2022).
Ahora bien, Guzmán y Rodríguez (2015) ofrecen un punto de partida conceptual aplicable al presente análisis. Plantean que el control territorial se produce como resultado de la interacción entre la agencia de los civiles y la coerción de los armados. La agencia, alude a las posibles relaciones entre la población y los grupos bélicos. Estas pueden ser de solidaridad (apoyo al actor armado), acomodo (adecuación a la situación), sometimiento (victimización) o resistencia. La coerción puede adquirir dos formas: la primera, opera en espacios de dominio territorial de los actores armados; la segunda, en escenarios dominados por el Estado.
Para el presente trabajo, se asumieron como categorías teóricas de análisis, las relaciones de solidaridad, acomodo, sometimiento o resistencia, ya que permiten indagar diferentes dinámicas familiares en contextos de conflicto y paz, superando la lectura centrada en la victimización. Como se verá más adelante, el análisis del material obtenido llevó a la construcción de categorías emergentes en torno de las cuales se presentaron los hallazgos.
Esta perspectiva conceptual-analítica permite considerar tanto las relaciones de dependencia de las poblaciones que establecen los grupos beligerantes (legitimidad), como las actividades violentas dirigidas a transformar las creencias, prácticas y formas de vida locales, con el propósito de mantener cierta lealtad. En este escenario, las características de las redes sociales y familiares preexistentes juegan un papel crucial durante la guerra, así como en los períodos de postconflicto, tal y como Igreja et al. (2025) plantean respecto al caso de Mozambique. Por tanto, el análisis de los procesos de construcción de paz debe tener en cuenta las transformaciones y continuidades de la guerra.
Estrategia metodológica
La estrategia metodológica implementada retomó el scoping review, entendido como un tipo sistemático de síntesis de la evidencia, que procura determinar la situación de un área del conocimiento (Codina et al., 2022). En este marco, se desarrolló un proceso de tipo cualitativo, razón por la cual no se realizaron análisis estadísticos.
A partir de la pregunta ¿cuáles son las características de los trabajos que investigan las relaciones entre las familias, las guerras y la construcción de paces?, y siguiendo la perspectiva metodológica, se adelantó una búsqueda planificada que contó con criterios de inclusión y exclusión. Luego, se revisaron las siguientes bases de datos: JStor, Taylor & Francis, Sage Journals y Scielo. Asimismo, se definieron las siguientes ecuaciones de búsqueda (criterios unificados de búsqueda):
1. Familia y guerra o, familias y guerras
2. Familia y paz o, familias y paz, familias y paces
3. Family and war or, families and wars
4. Family and peace or, families and peace
En este contexto, se construyó una tabla para identificar: la ecuación de búsqueda, la base de datos consultada, fecha de publicación, ubicación geográfica, número de artículos hallados y cantidad de documentos descargados. A partir de esta primera tabla y luego de la lectura de los resúmenes, se construyó una segunda tabla de datos en la que se especificó el objetivo del trabajo seleccionado, las características principales, así como los factores de referencia relacionados con su calidad y pertinencia. Los documentos obtenidos fueron evaluados mediante los siguientes criterios explícitos:
1. Artículos científicos- académicos.
2. Artículos relacionados específicamente con el papel de las familias, las dinámicas de guerra y la construcción de paces.
3. Producciones académicas nacionales e internacionales.
4. Investigaciones publicadas entre 2000 y 2023.
La revisión cuidadosa de los documentos encontrados tuvo en cuenta el objeto de estudio, la delimitación temporal, el papel o el lugar de las familias en las dinámicas de guerra y en los procesos de construcción de paz, teniendo en cuenta las categorías teóricas planteadas: solidaridad, acomodo, sometimiento y resistencia. Se elaboraron síntesis, notas y memos analíticos para identificar patrones, recurrencias, vacíos, tendencias, convergencias y contradicciones que permitieron elaborar una primera versión de los hallazgos. Como se verá más adelante, este ejercicio derivó en la identificación y elaboración de las categorías emergentes que facilitaron la presentación final de los resultados.
Adicionalmente a la búsqueda sistemática de investigaciones sobre familias, guerras y paces en bases de datos especializadas, se abordaron trabajos sobre el conflicto y la paz que, aun cuando no se centran en las familias, permitieron ahondar las categorías teóricas iniciales.
Este primer proceso de búsqueda en las bases de datos permitió la obtención de 24 documentos. A partir de una consulta a expertos en el campo[2], se decidió articular otros documentos de especial relevancia en el ámbito nacional, específicamente 3 informes de entidades encargadas de analizar los impactos del conflicto y las experiencias de paz. Uno de estos pertenece a la Comisión para Esclarecimiento de la Verdad -CEV-, otro al Grupo de Memoria Histórica -GMH- y otro más, al Centro Nacional de Memoria Histórica -CNMH-. Se agregaron, además, 10 textos que abordan la participación comunitaria en procesos de paz, así como 13 investigaciones y un documental que tratan diferentes aspectos de las relaciones entre actores armados y civiles. En total se analizaron 50 fuentes.
Construcción de categorías emergentes
El scoping review, permite el abordaje de textos referidos por expertos (Codina et al., 2022). Algunos investigadores han empleado este tipo de procedimientos para fundamentar sus análisis. Por ejemplo, Daly (2003) analiza el “negativo” (los problemas no considerados) por los estudios de familia en el contexto norteamericano. Según la autora, existe una distancia entre los desarrollos teóricos (el “positivo”, los problemas discutidos) y la vida familiar. Ella argumenta que poca atención han recibido cuestiones claves como las creencias, las narrativas, la distribución de recursos y el uso del tiempo. Para dar cuenta de estos vacíos, ella recurrió a investigaciones producidas en otros campos.
En forma análoga, las relaciones de solidaridad, acomodo, sometimiento y resistencia (categorías teóricas iniciales) proveyeron un horizonte analítico para interrogar el material obtenido. Para enfrentar posibles sesgos en el procesamiento de la información, se discutió con algunos colegas los resultados preliminares y se prestó especial atención a los elementos no considerados inicialmente; todo lo anterior llevó a la reformulación de las categorías teóricas iniciales.
Así, algunos estudios dirigidos al análisis de la victimización (sometimiento), ofrecieron también una lectura de las resistencias; tal hallazgo problematizó la estructuración las categorías teóricas de sometimiento y resistencia. Se identificaron, además, diversos procesos de victimización: población bajo control territorial, desplazados y poblaciones urbanas.
De otro lado, las relaciones de solidaridad con los actores armados (familias promotoras de la guerra), evidenciaron una contradictoria multiplicidad. Algunas familias ofrecieron apoyo económico y político a dichos actores, otras “aprovecharon” el escenario de la guerra para resolver disputas (venganzas), mientras que otras aportaron combatientes o apoyo logístico.
Se evidenció, además, que los grupos armados imponen un orden militarizado en las dinámicas sexo-afectivas de sus integrantes. A esto se suman las relaciones sentimentales que tales integrantes establecen con la población. Todo esto sustentó el desarrollo de la categoría de familias de combatientes y excombatientes.
Finalmente, un grupo de investigaciones enfatizan en el papel de las familias como actores educativos para la superación de las violencias exacerbadas por el conflicto, lo que configuró una categoría emergente.
La Figura 1 sintetiza el proceso desarrollado:
Hallazgos
Familias víctimas del conflicto
El desplazamiento generó complejas rupturas familiares (Bermúdez Rodríguez & Garavito Ariza, 2019; Moreno-Acero et al. 2021; Ospina-Alvarado et al., 2020). En términos generales, las familias desplazadas provenientes de entornos campesinos se ubicaron en sectores urbanos marginados (Bello, 2000). En estos escenarios, los hombres enfrentaron problemas para encontrar trabajo, dado que sus habilidades carecen de valor en este mercado laboral. Entre tanto, las mujeres lograron emplearse en el servicio doméstico y, por esta vía, obtuvieron ingresos. Esta situación creó conflictos relativos al papel de los hombres como proveedores frente a la autonomía ganada por las mujeres (Bello, 2000, Moreno-Acero et al., 2021). En esta dirección, la reconfiguración familiar se articula a la resignificación y reapropiación del territorio habitado (Lopera Jaramillo et al., 2020).
De otro lado, el secuestro extorsivo marcó profundamente a las familias víctimas. Dado que generalmente los proveedores fueron retenidos, las mujeres debieron asumir tareas de administración de los negocios y bienes. Tuvieron que obtener el dinero exigido sin apoyo estatal, ni facilidades crediticias. En este escenario, el miedo se instaló como una presencia constante que deterioró su salud. En algunos casos, el secuestro se extendió por años. En otros, familiares tomaron el lugar del secuestrado. En otros más, las familias padecieron varias retenciones. El retorno de los seres queridos no siempre trajo tranquilidad, pues los traumas del secuestrado y sus familiares generaron conflictos y rupturas dolorosas (Navia, 2008). El ambiente de miedo, creado por el secuestro y la extorsión (prácticas asociadas, ver CEV, 2022), no solo afectó a las víctimas directas y sus familias, sino que creó zozobra en amplios sectores rurales y urbanos.
Situaciones análogas se observan en escenarios de control territorial. Los habitantes del Caribe cambiaron sus prácticas de trabajo, reunión y vida doméstica: decidieron dormir en el monte, cambiar sus horarios de pesca, guardar silencio, crear escondites, enviar a hijos e hijas a otras regiones, evitar encuentros peligrosos y desarrollar prácticas religiosas y espirituales de protección (GMH, 2011).
Las violencias crearon fenómenos de “desintegración familiar, disgregación de la identidad cultural y la memoria histórica, un aumento de la desconfianza ante el entorno, actitudes defensivas constantes (…), disociación de los vínculos sociales y lazos afectivos” (Andrade Salazar, 2011, p. 117). El conflicto modificó la cotidianidad en tanto, “las formas de estar juntos, de juntarse, de reunirse fueron alteradas por la persecución, el temor a la reunión y a la congregación en la esquina” (Castellano & Gómez, 2012, p. 133).
La guerra expropió el cuerpo y el territorio de mujeres transgénero, “Yo una vez me tropecé con [un paramilitar] de frente, y ahí fue cuando ese me dijo te vas marica hijueputa de este pueblo, porque vamos a acabar con todos los maricas de aquí” (Lucrecia. Manzanares, como se cita en Sánchez-Quintero, 2020, p. 204).
Por su parte, la CEV (2022) presenta un detallado informe de los daños causados por la guerra. Aunque este no cuenta con una teoría de la familia, ofrece una descripción de tales impactos. Se pueden destacar los relatos sobre la desaparición forzada como un fenómeno que imprimió una marca de miedo y dolor en los cuerpos de familiares. La vida se padece como una muerte constante, un desgarramiento sin fin. La expectativa por hallarles con vida, o encontrar sus restos, consume sus energías, los define, reorganiza sus vínculos afectivos. En algunos casos, tuvieron que huir. Muchos enfrentaron la necesidad de generar los ingresos que provenían del ser perdido, de responder a la incertidumbre sobre el futuro de hijos e hijas, de asumir la pérdida de lazos comunitarios y enfrentar otras costumbres, incluso, otra lengua.
Así, las familias asumen una ardua labor de reconstrucción de sus dinámicas para tramitar su dolor y recrear proyectos comunes. La búsqueda de desaparecidos ha generado organizaciones que permiten resignificar las experiencias individuales y colectivas, creando nuevos vínculos familiares: los integrantes se convierten en hermanos y hermanas de una lucha compartida (CEV, 2022).
Además, experimentaron cadenas de victimización: a las amenazas, el desplazamiento, la tortura, la desaparición, la agresión sexual; y se sumó la persecución de los actores armados, la ineficacia de los mecanismos de reparación, así como el estigma y la indiferencia (CEV, 2022). Las víctimas emprendieron un difícil proceso de reparación, a través de un conjunto de procedimientos que suelen crear una sensación de humillación (Uribe et al., 2023). Giraldo-Zuluaga y Muñoz-Villarreal (2020) mencionan que en el Registro Único de Víctimas se reportaron 29.259 casos de violencia sexual, pero solo “7.494 mujeres han recibido indemnización administrativa, 2.712 han obtenido reparaciones, 1.115 han recibido apoyo en recuperación emocional individual y 3.450” han recibido algún apoyo psicológico (p. 173).
Este espectro de investigaciones sobre los impactos de la guerra y los esfuerzos de superación constituyen un aporte por comprender sus alcances, contribuir a la verdad, democratizar la sociedad y construir estrategias de no repetición.
Familias educadoras para la paz
Por su parte, algunos trabajos ofrecen propuestas encaminadas a potenciar el papel de las familias en la construcción de la paz, bien reconociendo las prácticas de diálogo familiar rural (Páez et al., 2016), o cuestionando el orden cultural patriarcal (Cabrera-Díaz & Molina-Sánchez, 2018). Hinojosa-García y Vásquez-Gutiérrez (2018), argumentan que ellas -las familias- son mediadoras entre la cultura de la paz y la violencia cultural, y destacan su potencial para construir prácticas democráticas de autoridad.
En general, estos trabajos asumen que el contexto de guerra ha incentivado la expansión de múltiples violencias. Aun cuando no plantean una relación causal-mecánica entre los actos violentos de los actores armados y otras expresiones violentas, estas últimas se desarrollan en un entorno favorable. Con todo, las familias no son definidas como meros dispositivos de reproducción de violencias estructurales, por el contrario, son abordadas como agentes de cambio.
Las familias emergen, entonces, como actores claves en la educación de niños y niñas, que pueden desarrollar esfuerzos para enfrentar los entornos peligrosos que surgen de las dinámicas globales individualizantes (Raza & Singh, 2022), y que construyen excepcionalidades a las violencias (Alvarado-Pinzón & Ospina-Alvarado, 2020). Aquí, la paz adquiere un sentido social, como construcción cotidiana de valores y principios desde las familias y la escuela (Arenas-Villamizar et al., 2019). Tal y como lo comentan Vélez Muñoz et al. (2020): “Un lugar especial, lo ocupan los procesos artísticos y culturales de construcción de la memoria del conflicto” (p. 205), ya que estas prácticas contribuyen al restablecimiento del tejido social fracturado por la violencia.
De otro lado, Rodríguez Cortés et al. (2022) indagan, desde la relación madre-hijo, por los procesos de socialización en Bogotá, en clave de construcción de paz. Encontraron que ellas desarrollan discursos y prácticas de regulación, cuidado y disciplina orientadas a promover la convivencia; sin embargo, no reconocen su labor como una contribución a la paz, ni consideran el acuerdo firmado entre el Gobierno y las FARC-EP como un elemento que incida en su vida cotidiana. “Las participantes naturalizan su rol y lo enmarcan en la imagen de mujer y madre destinada a cuidar y educar a sus hijos” (p. 249).
Con todo, la educación para la paz se articula como una apuesta por el futuro:
Partiendo de lo que ya somos y podemos, potenciando las capacidades de cada familia herida (…) Poner la familia al centro, no sólo como víctima o victimaria, sino como actor de paz y de convivencia pacífica, es creer en su potencial de futuro, sobrellevando peso del pasado y del presente. (Rodríguez Bustamante et al., 2019, p. 29)
En este escenario, se entiende la educación como un elemento central de la construcción de una paz duradera:
Este artículo trata sobre las familias y las aulas escolares como escenarios naturales de paz. En ellas, ciertamente, la paz es un presupuesto básico que solo se corrompe en contextos particulares de anomalía. Pero si esa paz familiar-escolar se potencia como laboratorio de una mejor sociabilidad nacional, seguramente se convertirá en duradera. (Rodríguez Bustamante et. al, 2017, p. 2017)
Familias promotoras de la guerra
Poca atención se presta a las dinámicas a través de las cuales algunas redes familiares han agenciado las violencias. Se trata de un tema espinoso que tiene implicaciones legales y políticas. Sin embargo, algunos estudios ofrecen pistas en esta dirección.
De un lado, se evidencian procesos de configuración de élites regionales (conformadas por redes familiares y grupos políticos) que han apelado a la violencia para obtener tierras, controlar instituciones y acumular capital político. Del otro, se describe la participación de familias en la conformación de estructuras bélicas, como un medio para vengar afrentas y/o proteger a los suyos.
Ocampo (2014) analiza la consolidación de los grupos de poder en Córdoba, abordando la articulación de redes familiares que, a través de alianzas matrimoniales y estrategias de relevo generacional, acumularon capital político y económico. En este escenario, los paramilitares contribuyeron a la reorganización de los grupos familiares. Las Autodefensas establecieron alianzas y ofrecieron los recursos necesarios para acceder a cargos de elección popular y controlar la burocracia regional. Esto facilitó el desvío de recursos públicos y la creación de vínculos con autoridades policiales y judiciales, destinados a evadir la acción punitiva y legalizar los predios obtenidos a través del despojo. Este entramado también potenció el desarrollo de proyectos agroindustriales, mineros y energéticos en varias zonas del país (CEV, 2022; Gutiérrez-Sanín, 2019).
De otro lado, algunos grupos familiares se vincularon a distintos bandos para resolver disputas locales. Por ejemplo, durante La Violencia (1940-1950), familias enteras se involucraron a las actividades del partido conservador para cobrar venganza por los daños sufridos a manos de sus rivales, en el norte de Boyacá y el sur de Santander (González, 2016; Gutiérrez-Sanín, 2016).
En el sur del Tolima, en los años 1960, grupos de familias se asociaron a los “limpios” (precursoras del paramilitarismo en la región), mientras que otras hicieron lo propio con los “comunes” (precursoras de las FARC). A pesar de las transformaciones de los bandos, estas alianzas se mantuvieron por largo tiempo. Así, la toma de Puerto Saldaña por las FARC, en el 2000, estuvo acompañada de una masacre que arrasó con familias acusadas de apoyar a los limpios y a sus sucesores (Barros & Uribe, 2019; CNMH, 2017).
Familias de combatientes y excombatientes
Los actores armados regulan la sexualidad y la procreación de sus integrantes (Vallejo-Samudio, 2023). La guerra supone una férrea disciplina y una constante exposición al daño físico y emocional (Giraldo Gartner, 2022; Matarazzo & Baines, 2021). Así lo recogen Muñoz-Astudillo et al. (2021):
Como categoría emergente la noción de militarización de la noción de familia, puesto que, los testimonios revelan que, durante el reclutamiento, el discurso ideológico o doctrina subversiva, exigía a los combatientes renunciar a lo que conocían por familia e integrar la organización subversiva como única familia militar. (p. 351)
Todo ello incide en las posteriores dinámicas de reintegración a la vida civil. Por ejemplo, mujeres excombatientes de las FARC enfrentan complejos procesos administrativos y legales para “recuperar” a los hijos e hijas que, durante el conflicto, fueron asumidos por el Instituto Colombiano de Bienestar Familiar (Giraldo Gartner, 2022).
Matarazzo y Baines (2021) analizan los procesos de constitución familiar de combatientes del LRA (Lord’s Resistance Army, en Uganda), una fuerza guiada por el espiritista Joseph Kony, quien “recibe” mandatos de espíritus para gobernar al grupo. La Nueva Acholi constituye la utopía del movimiento. Allí, las familias se componen de padres proveedores, madres cuidadoras e hijos devotos. Cuando los combatientes ascienden en la organización, reciben permiso para casarse. Con todo, los soldados-padres viven contradicciones que cuestionan el proyecto del LRA. Tanto la precariedad de los campamentos como el peligro de la guerra limitan el ejercicio de la paternidad. La imposibilidad de enseñar habilidades básicas (comer, vestirse, socializar, etc.) y la dificultad para proveer los bienes necesarios, crean un sentimiento de frustración que conduce a la deserción. Colisionan, de este modo, las visiones de futuro del grupo con las de los padres-combatientes.
Esta dinámica de “convertirse” en familia, implica una compleja articulación entre el pasado, el presente y el porvenir, una constante negociación entre actores, dinámicas militares y condiciones socioculturales.
En Colombia, la dinámica de organización-reorganización de las FARC generó diferentes regulaciones de las relaciones sexuales y formas de participación de las mujeres. En sus orígenes, ellas se dedicaban a labores de cuidado. Hacia 1980 se desarrolló un debate sobre su papel como revolucionarias-combatientes. Se establecieron normas contra prácticas de discriminación y abuso sexual, así como de regulación de la sexualidad y la procreación. Con el crecimiento de la organización (que supuso nuevas prácticas de reclutamiento) y la transformación de las dinámicas de guerra, desde finales del siglo XX, dichas regulaciones se intensificaron. El posterior avance de fuerzas estatales y paramilitares, crearon condiciones de escasez de insumos médicos y deterioro de la salud sexual (Giraldo Gartner, 2022).
En la guerra, los familiares de los combatientes se convierten en objetivos militares:
Yo estaba de coordinador del Plan [Nacional de Rehabilitación] Putumayo en el año 98, cuando entran los paramilitares en la zona (…) mataron en una sola noche 18 niñas novias de los guerrilleros. Y a los 15 días, vinieron los guerrilleros y mataron a las novias de los policías. (comunicación personal, 15 de septiembre de 2020, Wenceslao Villa, funcionario de la Agencia de Renovación del Territorio en el sur del Tolima)
En este escenario, se estructuraron relaciones afectivas en medio de la guerra:
A mí me conmovió una cosa. Yo fui el administrador en un área de distensión en Sucre con la guerrilla entre 1990-1991 (…) Un día un guerrillero se enfermó y tenía que cargarlo al hospital (…) Le pedí a un soldado que me acompañara (…) él le pregunta: “oiga ¿usted por qué se metió en eso?, ¿por qué se metió en las armas?”, y el guerrillero le dice: “no es que con las armas uno consigue chinas, muchachas”, y el soldado le dice: “¡cierto que sí! (comunicación personal, 15 de septiembre de 2020, Wenceslao Villa, funcionario de la Agencia de Renovación del Territorio en el sur del Tolima)
El documental “La Sierra” (Dalton et al., 2004), presenta escenas de la vida de un grupo de jóvenes vinculados al Bloque Metro, en Medellín. El comandante mantiene relaciones con varias adolescentes. Seis están embarazadas. De acuerdo con su relato, a ellas les atraen las armas, el poder y la moto (explicación que ellas rechazan). Luego de la muerte de este comandante, su padre reúne a sus nietos, en un esfuerzo por crear vínculos familiares. Estos relatos plantean la necesidad de analizar las relaciones de poder que se tramitan a través de los vínculos sexo-afectivos entre combatientes, así como entre ellos y las poblaciones.
Como analiza Cardozo (2022), las familias y las escuelas han jugado un papel clave en el proceso de dejación de armas y articulación social de los firmantes del acuerdo de paz de 2016. Con todo, dichos procesos se encuentran atravesados por tensiones y dinámicas complejas que requieren profundizarse. En esta dirección, el artículo aborda la relación de dos combatientes que se encuentran en un espacio de capacitación y reincorporación (ETCR):
Hija y madre ahora conviven en medio del espacio de transición en Monterredondo (Cauca). Luz organiza el tema alimentario (…) y su hija lidera la tienda que dispusieron justo a la entrada del ETCR (…) Tristemente, reconocía que la guerrilla en el interior fue determinantemente machista (…) pero me dijo que son estas cosas las que han venido cambiando a partir de su “nueva cotidianidad”. (pp. 37-38)
Familias resistentes/sobrevivientes y constructoras de paz
La noción de víctimas activas cuestiona la perspectiva que las entiende como sujetos pasivos, que poco o nada hacen para enfrentar su situación (Moffett, 2016). En esta dirección, vale la pena distinguir entre enfoques violentológicos y pazológicos para la construcción de la paz (Muñoz, 2001). Los primeros se esfuerzan por abordar críticamente las lógicas de los actores armados. Según el autor, el excesivo peso que adquieren dichos actores lleva a caminos sin salida, dados los incentivos que tienen para mantener sus privilegios. Los segundos, se preguntan por la construcción de la paz desde la paz. No niegan la importancia de las violencias, pero enfatizan en las estrategias de las poblaciones. Desde esta perspectiva, las respuestas familiares no se entienden como simple resultado de las dinámicas de victimización, sino como producto de sus capacidades.
Los trabajos sobre la paz desde los territorios destacan la existencia de múltiples experiencias que lograron confrontar a los actores armados (Uribe Sarmiento et al., 2022). Algunas han cuestionado el orden patriarcal dominante, a través de procesos políticos, culturales y productivos (Red de Mujeres Chaparralunas por la Paz, 2021). Estos cuestionan, además, la noción hegemónica de la paz liberal, centrada en la implementación de economías de mercado e instituciones políticas liberales. En general, este tipo de paz favorece los privilegios adquiridos por los actores armados y no atiende las dinámicas locales (Mac-Ginty, 2010; Mac-Ginty & Richmond, 2013), no es sensible al género y reproduce dinámicas pobreza y exclusión (Courtheyn, 2018; Tom, 2013).
Es necesario visibilizar, fortalecer y aprovechar estas experiencias para crear procesos innovadores y democratizadores. Estas, se constituyen en mediadoras que “hacen parte de las capacidades humanas para construir formas de transformación de conflictos y son posibles cuando comunidades se unen para encontrar alternativas que generen vida” (Sánchez & Rincón, 2021, p. 94). “Salir adelante” se constituye en una metáfora que recoge los esfuerzos de las familias y las perspectivas niños y niñas supervivientes Páez.
Así, ASFADES (Asociación de familiares detenidos desaparecidos) ha trabajado por más de 25 años para apoyar a familiares, buscar desaparecidos, promover acciones legales y visibilizar el fenómeno (CEV, 2022). Las cantaoras sobrevivientes de la masacre de Bojayá (2 de mayo de 2002) lucharon durante años para realizar los rituales funerarios propios de su cultura, enfrentando tanto a los actores armados como las barreras institucionales (CEV, 2022).
Con todo, son escasos las investigaciones sobre el papel de las familias en la paz. Se puede mencionar el trabajo de Díaz et al. (2021) sobre la relación entre transmisión cultural y construcción de paz en familias bogotanas. Valores como la solidaridad y la tolerancia, promovidos por las madres entrevistadas, contrastan con el desconocimiento y el desinterés por el acuerdo firmado con las FARC.
Las dinámicas de supervivencia y de resistencia dependen de las lógicas de coerción, la fortaleza de las organizaciones locales, así como del entorno de oportunidades políticas. En esta dirección, en el corregimiento de Calarma (Chaparral, sur del Tolima), el desarrollo de una economía cafetera local permitió a muchas mujeres administrar sus propias tierras (usualmente en manos de hombres), organizarse y gestionar recursos. Todo ello se adelantó en medio de complejas negociaciones con los hombres, quienes se resistían al proceso. Allí, algunas políticas públicas y programas de cooperación internacional crearon un escenario de oportunidad favorable para las productoras (Uribe Sarmiento et al., 2022). El surgimiento de asociaciones de mujeres cafeteras en un entorno de disputa generó transformaciones en el ámbito familiar (autonomía de las mujeres), así como la construcción de una agenda colectiva de paz que cuestiona el dominio masculino en el territorio.
Así que la construcción de la paz no emerge del mero acuerdo entre los actores enfrentados. Estos, pueden derivar en nuevos ciclos de violencia (Courtheyn, 2018; Tom, 2013) o recrear las injusticias creadas por la guerra (Mac-Ginty, 2010). Dichos fenómenos encuentran en las dinámicas familiares, tanto un punto de apoyo crucial (de reproducción del patriarcado) como un escenario de confrontación. La construcción de la paz plantea, entonces, la necesidad de transformar relaciones de poder en diferentes niveles (Hameiri & Jones, 2017).
Discusión: hacia una apuesta analítica
Como se ha presentado, las familias construyen diferentes estrategias para enfrentar contextos de guerra y paz: frente a las rupturas que generan las violencias, ellas han construido y creado vínculos, organizaciones y acciones para tramitar los impactos; incluso, han promovido dinámicas que cuestionan y transforman las relaciones de poder imperantes; cuentan con el potencial para actuar como mediadoras entre las lógicas violentas y las de paz; pero también han apoyado y/o aprovechado las acciones de los actores armados para obtener beneficios; finalmente, las regulaciones de los cuerpos de los guerreros, los procesos que convierten en objetivos militares a las personas cercanas, así como los complejos vínculos que establecen con la población, colocan sobre el tapete la cuestión de las familias de combatientes y excombatientes. Como plantean Moreno-Acero et al. (2022), las familias se constituyen en un actor clave para el mantenimiento del conflicto violento, así como para su solución. Todos estos elementos ofrecen pistas útiles para analizar y discutir el lugar de las familias en escenarios de guerra y de construcción de paz. Se requiere, sin embargo, construir una perspectiva comprensiva que articule todos estos matices, con sus contradicciones y potencialidades. Las siguientes páginas ofrecen un punto de partida en esta dirección.
Jelin (2020) plantea que las familias son un punto de llegada, no de partida. En efecto, estas son el resultado de complejos procesos sociales, culturales, económicos y políticos, así como de decisiones individuales, negociaciones, conflictos y rupturas. Como ejemplo, se puede citar el análisis de Palacio (2020) sobre la asociación entre vivienda/hogar y familia. La concepción tradicional, asume que el hogar es la expresión física de la familia; sin embargo, la existencia de familias glocales o transnacionales (Puyana et al., 2013) replantea esta perspectiva.
Como se ha señalado, las familias se encuentran atravesadas por diversas relaciones de poder. A su interior, el ejercicio de autoridad, la distribución de tareas y recursos pueden crear formas de exclusión. Pero el poder no se limita a estas cuestiones. Las familias participan en dispositivos biopolíticos de gobierno de individuos y poblaciones (Pedraza, 2009). La biopolítica, como poder sobre la vida y de la vida (Foucault, 2007), despliega procesos de subjetivación a través de los cuales cada uno establece una relación consigo mismo y con los demás (Foucault, 2006). En este sentido, el poder no solo limita, castiga o invisibiliza, sino que crea regímenes de verdad a partir de los cuales los actores dan cuenta de lo que son y participan en la construcción de la realidad que los constituye. De acuerdo con Foucault (1988), el poder no es una acción sobre los demás, es una actuación sobre sus posibles acciones. Gestiona lo posible. Paradójicamente, las elecciones de los sujetos pueden reproducir las condiciones que los sujetan, convirtiéndolos en actores de su propia sujeción (Lazzarato, 2006). Con todo, los sujetos son capaces de oponerse al poder que los constituye y crear alternativas (Foucault, 1988).
Entonces, las familias participan en procesos de producción de verdad y subjetividad, bien respondiendo a las exigencias de su entorno, bien cuestionándolas y reformulándolas. Coexisten, entonces, diferentes proyectos socioculturales de familia en la guerra y en la paz. En esta dirección, la propuesta analítica de Morgan (2019, 2020), ofrece elementos clave. Más que proponer un marco conceptual, ofrece un enfoque centrado en las prácticas familiares (family practices). Se trata de indagar el modo como el quehacer cotidiano genera sentido (personal y colectivo), construye y reconstruye narrativas, crea territorios, temporalidades (Morgan, 2020) y tramita conflictos o problemas, estableciendo vínculos, responsabilidades, cercanías o distancias (Morgan, 2019). Este devenir familiar es dinámico y se encuentra atravesado por procesos sociales, culturales, políticos y económicos diversos. Por esta razón, es necesario cuestionar las dinámicas institucionales que clasifican a las familias con el propósito de articular programas orientados a la administración o regulación de sus dinámicas.
Los proyectos familiares promovidos por los actores armados o por instituciones encargadas de la paz, coexisten conflictivamente con otros proyectos. Tal multiplicidad invita a reconocer que las familias no se relacionan con la guerra solo como víctimas, estas proveen combatientes, información y apoyo. Por supuesto, esta participación no siempre es voluntaria, suele responder a la intimidación, a la necesidad de protección, al deseo de venganza, a la búsqueda de oportunidades económicas, o a una combinación de estos elementos (Dalton et al., 2004).
En este contexto, la cuestión gira alrededor de los procesos a través de los cuales las familias devienen, cómo se construyen y reconstruyen (Ketola, 2023; Matarazzo & Baines, 2021) en contextos concretos, con sus capacidades, tensiones y conflictos.
El acento sobre el devenir familia, implica el problema de la experiencia familiar como construcción colectiva que supera la mera sumatoria de perspectivas individuales (Daly, 2003; Ketola, 2023; Matarazzo & Baines, 2021). Esta experiencia supone la coexistencia dinámica de acuerdos, negociaciones, conflictos, silencios, concesiones, rupturas y reencuentros. No basta con asumir un modelo ideal de familia a partir del cual se establecen estructuras y funciones, es necesario indagar por los procesos contextualizados a través de los cuales emergen dichos vínculos. Devenir, crear experiencia y formar familia (agencia) en escenarios específicos de poder, se constituyen en los ejes requeridos para develar los vínculos entre familias, guerras y paces.
A modo de conclusión: hacia la construcción de agendas
La mayor parte de los estudios sobre familia, guerra y paz se centran en los impactos. En esta dirección, el análisis de los afrontamientos y de las resistencias aparece como respuesta a los daños causados por los actores armados. Algunos trabajos invierten este análisis: en lugar de partir de los daños, abordan las estrategias que han construido las familias y las poblaciones, destacando las capacidades locales para enfrentar el accionar violento. Son escasos los trabajos que aluden a las demás categorías identificadas; este hecho coloca sobre el tapete la necesidad de desarrollar una agenda que fortalezca el campo.
Siguiendo a Morgan (2020), es necesario avanzar en el análisis de las territorialidades y temporalidades de las familias en los procesos de paz y guerra, y por esta vía se requiere indagar por las transformaciones y continuidades familiares, tanto en los tiempos violentos como en los de posconflicto (Igreja et al., 2025), pues como se ha señalado, las relaciones entre los actores armados y la población es compleja, articulando complicidades, sometimiento y resistencias. Estas temporalidades, con sus simultaneidades, rupturas y tensiones, supone diversidad de procesos de paz, tal y como se ha observado en Sierra Leona (Tom, 2013), Mozambique (Igreja et al., 2025) o Uganda (Matarazzo & Baines, 2021), lo que supone la articulación de diversas geografías de género y generación al interior de las familias, un aspecto que debe profundizarse, de acuerdo con Ketola (2023). De otro lado, es necesario analizar el modo como las creencias se articulan a las dinámicas de reconfiguración familiar en el posconflicto (Daly, 2003; Muñoz-Astudillo et al., 2021), ya que estas juegan un papel relevante en tales procesos.
En esta dirección, se proponen tres dimensiones de trabajo: 1) arreglos institucionales para administrar la guerra y la paz (los marcos de lo posible), 2) agencias familiares para transformar dichos arreglos (emergencia de posibilidades otras) y 3) innovaciones familiares y comunitarias en clave de paz (fortalecimiento de posibilidades otras).
La primera, alude a los procesos a través de los cuales los actores armados, el Estado, organizaciones no gubernamentales y agencias de cooperación, promueven ideales de familia. De un lado, los mandatos de género, los escenarios para tramitar conflictos, los castigos o la vigilancia de la vida cotidiana. Del otro, la manera como se trata a las familias a propósito de la reparación integral. Los procedimientos correspondientes tienden a promover comportamientos acordes con sus prácticas. Con todo, han surgido reivindicaciones que cuestionan los fundamentos de tales definiciones y prácticas. Este tipo de análisis puede aportar al campo, al posicionar en el centro las capacidades familiares.
La segunda dimensión, entiende que las estrategias familiares surgidas en contextos de guerra no responden exclusivamente a las lógicas de los actores armados. El reconocimiento de estas agencias contribuye a ampliar la discusión sobre la superación de la violencia, ya que estas experiencias ofrecen lecciones para desarrollar iniciativas colectivas innovadoras.
La tercera dimensión alude a la necesidad de construir discursos novedosos sobre la paz. Esta tiende a plantearse como un problema que resuelven el Gobierno nacional y los grupos rivales. Se requiere reconocer las experiencias familiares de paz para contribuir a superar las violencias. La presente propuesta, pretende aportar algunos elementos en esta dirección.
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Notas
Información adicional
redalyc-journal-id: 1942